No digas que no te avisé
Será que soy muy aburrido, será que me preocupo del futuro en toda su dimensión, que no me sale escribir de otra cosa. La relación de lo uno y lo otro ya de por si es reflejo de que yo también tengo interiorizados muchos clichés sobre el tema que nos congrega y los miedos vinculados a estos últimos años.
Siendo consciente de estas creencias y debilidades, en muchos momentos pienso que tener una mala vejez no tiene nada que ver con las fallas de un sistema que fue diseñado así, y yo no me voy a poner a maldecirlo, rechazarlo o cuestionarlo. Es más, para salir de aquí, no hay otra que desarrollar una enfermedad o de alguna tragedia morir. Pocos son los que se van de rositas, que decimos en España. Casi todos en algún momento, incluso yo, desearíamos morir de esta manera.
Desde mi punto de vista, sesgada por mi experiencia profesional y personal, he comprobado como la mala vejez es el resultado de una lucha, de nula previsión y demasiadas fantasías. La película termina y termina de forma cabrona, si previamente no has atendido, o entendido, la salud del espíritu.
En mi caso, la creencia en el Más Allá, el desarrollo espiritual y el trabajo del perdón, espero que sean los pilares para sostener la debacle que se avecinará. Sí, apareció otra creencia expresada con otro término catastrófico que certifica mis contradicciones.
Además, y como complemento, espero que el interés por la cultura, en todas sus expresiones, el humor y la fe me acompañen hasta el último día. Y creo que esto va a depender de mi, pero el resto de factores no. O tal vez, sí. Veremos en unos años si estaba equivocado o también yo era un iluso con mi trabajo personal.
Por ahora, puedo decir que estoy contento con mi progreso y camino. Si llegaste hasta aquí, leyendo mis reflexiones, manifestadas previamente en otros artículos, repiensa cada creencia y diseña tu futuro para que te dejen vivirlo, como buenamente puedas. No digas que no te avisé o no te ayudé.