‘Ha pasado a mejor vida’

Francisco Olavarría Ramos
3 min readDec 19, 2023

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A pesar de que lo queramos ignorar, u ocultar como así también lo hacemos en occidente con la vejez, la muerte es ineludible para todos. Llega siempre y para una considerable parte de la población, la hora, el día y el modo en que esto sucederá, no son un misterio como sí son para el resto. ¿Intuyes sobre qué reflexionaremos en este artículo? Sobre un asunto de emergencia, de salud pública a escala global que conviene no silenciarlo más, el suicidio.

Según los cálculos de la Organización Mundial de la Salud, una muerte cada 40 segundos responde a un suicidio, 800.000. personas en todo el mundo. Si estos datos son penosos, lo más penoso es aseverar, como así lo indican estudios internacionales y entidades de prestigio reconocido, que un gran porcentaje de estas muertes hubiesen sido evitables.

El estigma y el tabú contribuyen negativamente, pero también el que los países no apuesten por el desarrollo e implementación (con financiación suficiente) de planes integrales y nacionales, para abordar esta realidad en materia de sensibilización y prevención. Desde la escuela, me atrevería a decir, aun sabiendo que algunos apostarían por aplicar el pin parental. Porque los datos son terribles, la primera causa de muerte entre los jóvenes varones de 15 a 29 años, no se la puede seguir censurando.

¿Prevenir o lamentar?, esta es la cuestión.

Entorno al suicidio existen demasiado mitos. Algunos como los siguientes:

  • Únicamente las personas con problemas de salud mental acaban con su vida
  • “Quieren llamar la atención pero nunca lo harán”
  • Las personas que se suicidan son egoístas y valientes
  • Hablar de suicidio genera efecto llamada

Frente a lo anterior, algunas ideas para abordarlo de forma seria y sin prejuicios:

  • El sufrimiento, la angustia, la desesperanza, la depresión o la búsqueda errónea de dejar de sufrir están detrás de cada una de estas muertes. Nadie muere de felicidad.
  • Existen profesionales sobradamente preparados para atender con éxito estos casos.
  • La devastación emocional, social y económica para los supervivientes es atroz.

Si anteriormente hablábamos de los jóvenes como protagonistas de este drama, conviene señalar que el suicidio también golpea la población mayor. Aunque carecemos de cifras fiables, si sabemos que ellos y ellas lo planifican meticulosamente, empleando métodos más letales.

Factores que podrían alarmarnos si vivimos o conocemos a algún mayor:

  • Sentimiento de vacío existencial. Vivir como una carga para la familia y la comunidad.
  • Malos tratos provocados por el ámbito familiar o de aquellos encargados de sus cuidados
  • Pérdidas de funciones. La enfermedad y el dolor crónico
  • Falta de pertenencia. Menos relaciones y conexiones como seres queridos que han fallecido
  • En relación a lo anterior: la viudedad. Afrontar el cambio de rol y la soledad no deseada
  • Proceso prolongado de depresión. Ver la depresión como sólo una parte del envejecimiento lleva a que sea ignorada por los amigos y la familia, e incluso por la persona que sufre ese estado.

A menudo hablar sobre la muerte se evita, por sobreproteccionismo, invalidando que las personas mayores elaboren su duelo con total plenitud y naturalidad. “No conviene que sufra más” o “¿para qué?, si ya no se entera” son algunas frases que reconocerás en este contexto. Pero también aquellas que dicen: “por fin, dejó de sufrir” o “ha pasado a mejor vida”. Frases vacías, que lejos de conseguir consuelo, producen mayor desamparo.

Las incertidumbres nos generan ansiedad, dilatamos la vejez, lucrándonos de la (irreal) inmortalidad, sin afrontar que algún día seremos los viejos y los muertos.

Por todo lo anterior y si seguimos mirando a otro lado, los suicidios serán muertes no prematuras que padecerán de duelos (casi) eternos y en ocasiones, desautorizados. Hablemos claro. El suicidio tiene solución. Hablemos y actuemos ya, porque de momento, la mejor vida, mientras nadie demuestre lo contrario, es esta. Aquí y ahora.

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Francisco Olavarría Ramos

Licenciado en Marketing y Comunicación. Emprendedor social con formación en gerontología y discapacidad. Autor del manual didáctico ‘El micro-edadismo’