Gracias a Dios

Francisco Olavarría Ramos
2 min readNov 18, 2022

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La vida es una experiencia única que se entiende mejor con cierta perspectiva, y ésta sólo se consigue con una apertura honesta del corazón. Ese camino, hacia el interior no tiene nada que ver con el paso del tiempo o la fecha de nacimiento. Gracias a Dios.

Desde mi experiencia, ya en la cuarta década, la edad per sé no ha sido un condicionante para forjar mi identidad, ni un impedimento para salvar obstáculos. Por otra parte, y en esta línea de derribar falsos mitos, no he experimentado ningún apocalipsis relacionado con los cambios de decenios. Esto sólo es un asunto del mercado. Hacer negocio con las crisis generacionales es la pepita de oro de la “industria de la estética”, que además financia la prensa, especialmente aquella dirigida al público femenino. ¿Por qué será?

El envejecimiento no es ni un proceso de ir cuesta abajo o cuesta arriba, es una línea continua con amplio horizonte. Este cambio de interpretación es transformador, porque te aleja del reclamo, “¿por qué nunca me vienes a ver?” o el lamento, “con lo que yo he sido”; para encontrar una nueva compañera con la que transitar, la vida espiritual y todas sus fortalezas asociadas, la confianza, la aceptación o la compasión.

Para encontrarse con uno mismo, no hay que viajar a la India o tener a la pareja perfecta, ni siquiera esperar a la jubilación. Mientras la vida sucede, cada día es oportunidad para abrazar las irregularidades y darle la mano a ese niño que fuiste y aún te acompaña. La vida, como a todos, me ha sucedido, imprevista, con altibajos pero siempre conveniente. La vida es perfecta, tal cual es y para llegar a esta conclusión sólo he tenido que leer y escuchar los designios de Dios.

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Francisco Olavarría Ramos

Licenciado en Marketing y Comunicación. Emprendedor social con formación en gerontología y discapacidad. Autor del manual didáctico ‘El micro-edadismo’