El Odio hacia la Edad
¿Hace cuánto tiempo no te miras desnudo al espejo? Seguramente no te hayas hecho esta pregunta antes y al habértela hecho, te habrá suscitado sorpresa y/o incomodidad. ¿Qué piensas? Me gustaría conocer tu opinión, pero como no es la primera vez que la formulo públicamente, previsiblemente las respuestas serían muy próximas a estas: “No me gusta mi cuerpo”, “me da vergüenza en lo que he quedado”, “es muy duro”, “no me reconozco”, “he retirado todos los espejos de mi casa”, “odio lo que veo”… etc.
En la era de las Redes Sociales, el apogeo del narcisismo nos ha convertido en una sociedad frágil y donde odiar es el verbo más conjugado en la plaza pública. A la voz interna crítica que todos llevamos dentro, le acompañan ahora, cientos de miles de odiadores que en el anonimato esconden sus propios complejos. Como ves, odiamos y somos odiados, pero también, ejercemos odio hacia nuestra persona.
El discurso de odio abarca muchas formas de expresiones que difunden, incitan, promueven o justifican la violencia y la discriminación contra las personas por innumerables razones, tantas como se te ocurran, en las que también, la edad, el envejecimiento o la vejez son motivos de burla, indiferencia y todo tipo de agresiones.
Es por ello que a través de esta prestigiosa tribuna, hago la siguiente invitación. Debemos seguir alertando de esta cruel realidad, para reivindicar estos derechos que en lo legal aún carecemos de normativa al respecto.
Sí. El delito de odio viene reflejado en el Código Penal español donde incide en lo siguiente: las conductas que castiga el tipo básico del delito de odio son las siguientes:
a) Quienes públicamente fomenten, promuevan o inciten directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo, una parte del mismo o contra una persona determinada por razón de su pertenencia a aquél, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación, su origen nacional, su sexo, orientación o identidad sexual, por razones de género, enfermedad o discapacidad.
Pero ¿y el odio hacia la edad y sus protagonistas?, ¿dónde aparece? ¿Por qué consentimos el edadismo o el viejismo como ninguna otra discriminación?
Como estás comprobando, ésta es una violencia a veces imposible de identificar y cuantificar pero irreparable en sus consecuencias, ¿por qué seguimos mirando hacia otro lado? En este punto conviene señalar que todas las fobias son caldo de cultivo de sociedades ignorantes, que ignoran también esta realidad que la gerontofobia fomenta o consiente.
La edad genera odio.
Garantizar la igualdad y dignidad de todos los ciudadanos empieza por abrazar el envejecimiento como el proceso que nos permite ganarles años a la vida, pero sin que esto suponga tener que avergonzarnos, arrepentirnos o castigarnos.
El discurso del odio provoca mucho dolor, inseguridad y lo ampara una sociedad que lo vive en silencio. Por ello, te ruego que no seas cómplice de lo que algún día, tarde o temprano tú mismo sufrirás. No te quepa duda.
Por cierto, mírate al espejo, ya eres más viejo que cuando iniciaste esta lectura.
Artículo Publicado en Envelhecer.pt