Edadismo: la discriminación por la edad
La discriminación por razón de edad se da en todas las áreas imaginables, aunque cada vez seamos personas activas durante más años. Francisco Olavarría Ramos, autor del manual didáctico “El micro-edadismo lo vamos a jubilar”, desmonta algunos de los prejuicios más repetidos sobre los mayores.
Edadismo es una palabra que puede resultarte poco familiar, pero que da nombre a un tipo de discriminación en el que seguro que has caído alguna vez. ¡Sigue leyendo!
“¿Cuándo es mi cumple?, ¿cuántos días quedan?”, pregunta Juan Felipe día tras día al salir del colegio. Los padres contestan con resignación para calmar el ansia del niño y se miran cómplices por algo de lo que su hijo, apenas puede imaginar. También podría ser la historia de Anita, Julia o Kevin, con idéntico desarrollo y desgraciado desenlace. Juan Felipe será el centro de la fiesta, soplará sus velas, una vez tras otra, hasta que se canse. Recibirá regalos y bonitas palabras. Mientras, los padres, experimentados ya en el loco mundo de los adultos, conocen que aquello que debe ser una celebración, acabará asimilado como una maldición por la mayoría de la población. Esta podría ser la fotografía del “edadismo”. ¡Vaya palabra, eh! Enseguida reconocerás sus odiosas formas de proceder.
Para que lo entiendas de forma simple, el edadismo es algo así como el prejuicio racial o aquel referido al género, algo que aprendemos bien temprano, y que así ocurre con los “códigos edadistas”, que como una suave lluvia ha penetrado en nuestro ser.
Como cualquier forma de sesgo, la discriminación por edad nos ha llevado a muchos de nosotros a hacer suposiciones falsas sobre las personas adultas mayores y sobre el envejecimiento como proceso que lo desencadena. La discriminación por razón de edad afecta en todas las áreas imaginables, en cualquier país y por fortuna, con información y coraje, evitable en buena medida. Empecemos a rebatir algunos de los insidiosos argumentos del “edadismo”.
Edadismo: tesis contra él
- La vida es un continuo: ya no hay tránsitos claramente diferenciados asociados a la edad.
- La edad poco dice de una persona. Es una variable más como puede ser la confesión religiosa, la dieta alimenticia, el origen étnico o la condición sexual.
- El envejecimiento no es ninguna enfermedad, por lo tanto, no tiene cura.
- Las personas no tenemos fecha de caducidad ni siquiera un manual de instrucciones que simplifique nuestra identidad y/o relaciones.
- La búsqueda de la eterna juventud está condenada al fracaso, a no ser que disfrutes sometiéndote una tiranía llamada “anti-aging”.
- Las personas mayores no viven en el pasado, viven en el presente y además tienen futuro.
- Las canas no surgen de los disgustos ni las arrugas de las amarguras.
- Las personas mayores son tan productivas o más que el resto.
- El deseo sexual no desaparece con la edad.
- No existe un canon de belleza válido, los cuerpos y las almas viejas también son atractivas.
¿Te reconoces “edadista”? ¿Vas a tomar medidas a partir de ahora? Si hace un siglo la esperanza de vida al nacimiento se situaba en los 33,8 años para la población masculina y en los 35,7 para la femenina, hoy los hombres alcanzaron los 80,5 años y las mujeres los 85,9 años, según los datos provisionales del Movimiento Natural de la Población publicado el pasado 19 de junio por el Instituto Nacional de Estadística. ¿No es suficiente motivo de celebración? Así, podrás seguir soplando velas con orgullo y sin tener que ceder el protagonismo a tu nieto cuando sea tu cumpleaños.
Escrito por Francisco Olavarría Ramos, emprendedor social con estudios de gerontología y autor del manual didáctico ‘El micro-edadismo lo vamos a jubilar’ –cuaderno editado por QMAYOR, la agencia de comunicación especializada en personas mayores y envejecimiento en la que trabaja e impulsa su etiqueta #GerontoActivismo–. Actualmente desempeña el cargo de gerente en el Consejo Español para la Defensa de la Discapacidad y la Dependencia.